martes, 1 de diciembre de 2015

Simplemente música

Y si existe alguna verdad universal, entre ellas incluiría lo mucho que dicen las canciones, la música, qué escuchas, en definitiva para definir cómo eres. De repente, empieza a sonar y es como si volase, como si esas letras se hubiesen escrito para mi, por mi, como si mi vida también pudiese cantarse. Y esto, amigos, es lo bonito de la música, cultura viva, escuchada, oída. Todas las canciones que escucho a diario suponen muchas de mis sonrisas, algunas de mis lágrimas, han tapado mis mayores anhelos y secretos. Son conocedoras de mi vida. Sus notas, se repiten una y otra vez en mi mente cuando necesito desconectar. Me llevan junto a personas importantes que conocí en mi vida, que hoy, por un motivo u otro ya no están y me unen más a los que tengo cerca. Me dejan volar libre, soñar; algo que hoy en día es tan sumamente difícil. Escriben por mi, se adueñan de mis dedos y mientras me cantan, mi cabeza no deja de producir. 
Y es así, como he decidido retomar mi blog, que lo tengo tan abandonado, no por falta de historias, sino más de dedicación, pero qué mejor tema que la música para volver a abrir la puerta. ¿Quién no ha llorado con una canción? Y aunque nadie lo entienda, tú sabes perfectamente que esa canción trae consigo una persona, un lugar, un momento. No es esa música que bailas, o que cantas cuando estás bajo la ducha; es esa lista de canciones que son parte de ti, de tu diario, un libro visual que se escribe a través de lo que entra por tus oídos.
¡Gracias música por tanto!
Os dejaré, esta vez un enlace de una de las canciones que han marcado mi vida, no podría decir un sólo porqué porque sería difícil simplificarlo tanto. Pero entre otras cosas, porque esta canción me pertenece a mi, no es nadie. Soy yo. Muchos seguro lo entenderéis.

.Peter Pan, ECDL-  https://www.youtube.com/watch?v=rCxLx_3T5GE

martes, 9 de abril de 2013

"Mi mitad"


2 de Julio de 1991. Tus primeros llantos. El eco de un curioso nombre ya resonaba en la habitación.
Yo, con tan sólo cinco añitos, ya había conocido a la persona más importante de mi vida. -¿Cómo puede ser eso?- te preguntarás. Pues bien, es muy sencillo. En el momento en el que abriste los ojos decidiste tenderme una mano que no me ha soltado jamás. 
Mi mitad, mi otra parte. El pensamiento que está unido al mío aunque estemos a miles de kilómetros de distancia. Mi hombro, mi sentir. La persona por la que daría lo que fuera aunque ese "fuera" supusiese un TODO. Si, un todo.
Ella, que lo da todo y que no pide nada a cambio.
Sus abrazos, a veces pueden llegar a rodear el mundo pues cuando te cubren es como si ya nada pudiese tocarte, ni pudiese hacerte daño. 
Yo, insegura, y en momentos tanto o más frágil que el más fino cristal protegida por un caparazón de tortuga. 
Tú amable, risueña siempre con una cajita de sonrisas para regalar a quien lo necesite. 
Gracias a la vida por haber permitido que tú llegaras, gracias por haberme regalado aquello que no puede comprarse ni con todo el oro del mundo. 
Gracias por haberme ofrecido un alma gemela, que, en los momentos en los que me confundo ha tendido su mano firme para decirme "corrige" pero con un cariñoso "sigue adelante". 
La palabra que mejor te define es, sin duda, "IMPRESCINDIBLE" y quien te conoce, seguro me da la razón. 
¿Quién sino que una hermana puede dar tanto?
Gracias, princesa. 


domingo, 7 de octubre de 2012

"Momentos"



Hace tiempo que no se sentía bien. Hace tiempo que no sentía que su vida tuviera un camino marcado y eso le hacía sentirse perdida. Hace tiempo que abandonó muchas de las formas de vida que había amado tanto retrocediendo el tiempo tan sólo algunos años atrás.
Quizá el maldito “karma” le hubiera puesto en el sitio que se merecía. Pero, ¿Quién era el karma para decidir por sí misma?
No estaba en el mejor lugar, ni en el mejor momento. Gran parte de su vida la había pasado sin pensar, sin mirar. De repente todos los momentos corrían como locos en su imaginación, ¿qué hacían ahí? ¿Por qué habían vuelto?
Sin querer, se vio a través de un espejo, como un espectador que no participa en una obra que no es otra que su vida. Se veía ausente, pasiva, engreída.  Había tantas personas que habían pasado por ese telón que no había valorado…
Quizá la vida le estuviera dando otra oportunidad. Quizá esto sólo hubiera sido un aviso para que a partir de hoy, y quizá para siempre volviera a ser aquella que algún día olvidó no sabe dónde ni cómo.
Y de repente cayó el telón; volvía a ser la inevitable protagonista de su vida. Ya no era la misma, no la que había visto patidifusa una obra de la que parecía una actriz secundaria. Por eso tomó las riendas, caminó erguida con la intención de vivir al máximo todos y cada uno de los momentos que la vida le había regalado.
Definitivamente, el karma había hecho de las suyas. Ella había vuelto.

domingo, 13 de noviembre de 2011

"Un viaje sin fecha de vuelta"


Un andén. Unas vías. Un tren que se aproxima. Es mi hora. 
Con el billete en la mano sigo pensando una y otra vez si de verdad quiero hacer ese viaje que tanto llevo planeando. No es el momento -repite una y otra vez mi mejor amiga- Las cosas siempre hay que hacerlas con la cabeza fría. Y ¿Por qué no he de hacerlo? Es lo que me planteo yo. No es una huida, me repito una y mil veces; es un cambio. Un nuevo rumbo; yo, con un timón a dirigir a cualquier parte y a la vez a ninguna. 
No hay despedidas. Esta vez no. No al menos ahora, aunque esto suponga ser cobarde. 
Me marcho, definitivamente me voy. Llegó el momento.
En mi bolso mi libro favorito y mi teléfono, apagado. 
Desde mi asiento veo como la ciudad se aleja, y empiezan los primeros verdes de los campos; echo mi cabeza hacia atrás para a continuación cerrar los ojos y volar. Eso, volar. Surcar los cielos limpios, puros, sin atisbos de oscuridad. Cuando abro los ojos, el reflejo del cristal de la ventanilla muestra a otra persona. Vuelvo a ser yo misma.

martes, 8 de noviembre de 2011

"El fin de los sueños"



La mayoría de los días ella se los pasaba soñando, para luego en sus noches no cerrar los ojos. Una y otra vez soñaba con su mundo perfecto, donde quizá cupieran muy pocas personas; pero era tan perfecto... Día si, día también esperaba algo que no llegaba, y por mucho que lo parezca no era un regalo, no era una carta, no era tampoco una postal. Era simplemente un deseo, el deseo de que su mundo nunca desapareciera. 
La chicha, soñadora como muchas, se evadía de una realidad que no le gustaba para vivir otra paralela, que creía firmemente que existiría algún día. 
El deseo pese a ser el pensamiento más recurrente no llegaba. Pese a ser miles de monedas en fuentes no llegaba. ¿Es que los deseos no se cumplían? Querida, no en la vida real; le dijo algún día un caminante. Ella prefirió no creer a nadie; seguir pasito a pasito en su mundo paralelo donde nadie le hacía daño. No supo nunca cuantos años habían pasado puesto que aquí el tiempo no era lo más importante; lo importante eran los sueños, las ilusiones, en definitiva su deseo. 
Un día, en ese trayecto, tropezó con un precioso rosal que estaba poblado de grandes y olorosas rosas rojas. De nuevo un caminante le dijo: No cojas esas rosas, niña; que aunque la flor sea la más bella, sólo podrás apreciar el dolor de sus espinas. ¿Dolor? Ella no conocía qué era esa palabra. En su mundo no existía una palabra tan dura: dolor. Las rosas le parecieron lo más bonito que había visto, ¿cómo algo tan bonito podría causar dolor? Imposible. Y como no era de extrañar, decidió continuar con lo que ella siempre creyó "perfecto" y coger aquella flor porque lo que transmitía era de mayor peso a aquello a lo que llamaban "dolor". Y aquel día ella se pinchó con las espinas, una y otra vez, con todas y cada una de las rosas que allí había. ¿Testarudez? No. Simplemente la inocencia de creer que algún día las rosas, que eran lo más bonito, dejarían de causarle esa sensación.
Cuando no quedó rosa alguna, pero si muchas heridas en sus manos volvió a caminar, miedosa; no podía evadirse, pensar, su mundo no estaba. Sólo venía en su mente una y otra vez el dolor de sus manos ensangrentadas que apretaban las rosas, sin soltarlas. En realidad, eran tan bonitas...
El paso del tiempo le hizo despreciar aquellas rosas, no le habían traído algo que no fuera dolor, su belleza se había marchitado al poco tiempo de cortarlas, pero sus espinas seguían clavándose cada vez más dentro; de ahí que decidiera (aunque costosamente) dejarlas en alguna parte de su camino. 
Ya no sentía dolor, por lo que ¡podría volver a soñar! Intentó volver a cerrar los ojos como había hecho todos los días; pero su mente ya no viajaba, su mundo había desaparecido. Estaba simplemente en el mundo real, aquel que tanto odiaba. En aquel mismo momento un mensajero llegó: te traigo tu deseo. 
¿Mi deseo? Sí, aquel que pediste hace muchos años, y llega, como ves, con retraso. Lo siento señor, creo que yo nunca pedí un deseo. El mensajero insistió una y otra vez sin resultado alguno. 
Al despedirse, triste le recordó: tardaré muchos años en poder volver para cumplir tu deseo. A lo que la chica respondió: Trae usted grandes palabras y me encantaría hacerle feliz, pero en la vida real no existen los deseos. 

"Otoño gris"


Puede que hoy no sea tu mejor momento, que el otoño te traiga unos recuerdos complicados o que simplemente te vengan a la mente esas maravillosas películas que sólo hablan de amor y de paseos largos bajo la lluvia.
Puede que te hayas levantado y no tengas un motivo por el que sonreír, o que no te sientas el protagonista de tu propia vida. Yo también me he sentido un personaje secundario en la que debería ser mi historia más de una vez. Es posible que los que en algún momento creíste que muchos de los que te rodearon hoy se han ido desvaneciendo hasta el punto de no saber de ellos. 
Puede que tu felicidad sea variable, hasta el punto de que ha llegado a no depender de ti.
Si me lees, y te sientes identificado piensa que alguien en cualquier parte del mundo comparte este sentimiento, que no eres raro, ni estás solo.
Y sonríe, porque pronto tras el otoño y el invierno, volverán la primavera y el verano; que traerán el color de nuevo a tu vida. Se acabarán los grises de las tardes oscuras y los nubarrones que avisan de que va a llover. Volverá el canturreo de los pájaros y los rayos de sol a tu ventana. Volverás tú, en definitiva.

lunes, 27 de junio de 2011

"La libertad"

Alguien un día me dijo que dibujara la libertad. Entre cuatro paredes de un color homogéneo era difícil coger papel y lápiz y dejar que los trazos corrieran libremente. ¿Podría encontrarse la libertad dentro de aquel lugar? Me senté en la silla y miré por la ventana buscando una inspiración. Era primavera, y los rayos de sol daban un brillo de color amarillento al cristal que me hacía casi cerrar los ojos.  Una vez más dejé que mi alma saliera a juguetear al jardín, a percibir los olores, a jugar con los colores. Pero no era libre, al abrir los ojos volvía a la habitación grisácea y solitaria en la que había pasado los últimos meses.
No sabía qué era la libertad, no sabía qué era ser libre, lo había olvidado. Mis recuerdos se habían quedado en aquella estación de tren no sabía hace cuanto tiempo y tampoco sabía por qué.
¿Cómo podía dibujar algo que en mi interior ya no existía? Cogí mi diccionario en busca de respuestas y leí cada una de las palabras, ya borrosas por el uso, que aquel librito casi de bolsillo exponía. Pero allí tampoco estaba lo que buscaba.
Soñé aquella noche y las siguientes con mi libertad. Quería ser libre, pero no quería la libertad del ser humano. No quería esa libertad que depende de alguien, ni tampoco la libertad que aportaba la soledad, yo no había elegido la soledad. En definitiva, no era libre.
Una mañana de abril me desperté con el tintineo de las gotas de lluvia en la ventana.  Estaba amaneciendo,  la lluvia era tan débil que apenas mojaba la repisa de la ventana. La misma ventana que había mirado durante meses.
De repente,  algo cambió en ese cuarto; un pájaro se había posado en la repisa. Era la primera vez que sucedía esto. Vi, desde la cama, como encogía sus alas y se posaba tranquilo en la ventana. A los pocos minutos desapareció. Pero volvió a la semana siguiente. Y a la siguiente.
Cada mañana, el pájaro volvía a la ventana, porque quería, porque era libre, y se marchaba de la misma forma.
Una de esas mañanas, cuando la claridad comenzó a llenar de luz la pequeña habitación me levanté, cogí el lápiz y dibujé un pájaro. Esa era la imagen de la libertad que yo añoraba. Él era libre. Libre en sus movimientos y pensamientos. Iba y venía allá donde quería. Si, definitivamente era libre. Mientras yo, simplemente me limitaba a mirar.
Y aun siendo libre, al menos de la forma en la que decidí concebir la libertad; aquel pájaro volvió todas y cada una de las mañanas a aquella ventana, para luego marcharse de la misma manera.